Bienvenido a nuestra Galería Virtual

© textos de las entradas: Román Montull (twitter: @eusbio)
biólogo-naturalista / documentalista-divulgador científico.


… entra, mira, disfruta de las imágenes, aprende algo con ellas
y, si alguna te gusta especialmente, puedes llevártela a tu casa !!

– CASI TODOS LOS ORIGINALES MOSTRADOS ESTÁN EN VENTA

(los materiales aquí mostrados tienen todos los derechos reservados ©; para cualquier otro posible uso, por favor,
póngase en contacto con nosotros para su correcta autorización)

lunes, 30 de julio de 2012

Grandes BOSQUES centro-sudamericanos

BOSQUES centro-sudamericanos. Debido a las grandes variaciones de latitud y altitud existente en el subcontinente americano austral podemos encontrar formaciones boscosas muy diferentes, desde los bellos bosques subantárticos o andino-patagónicos de más al sur, hasta las formaciones selváticas de diferentes tipos que podemos hallar en la zona tropical, más calurosa.

(témpera; medidas original, sin marco: 59 x 38 cm.)

El bosque andino-patagónico se extiende en una gran franja que va desde la provincia de Neuquén hasta Tierra de Fuego, bajo el marco incomparable de las nevadas cumbres andinas y regados generosamente por innumerables ríos y lagos de aguas color turquesa. De norte a sur, su composición va variando, atendiendo a factores tales como la precipitación, la altitud, el tipo de suelos, orientaciones orográficas, etc. En el norte predominan los bosques de araucarias, en la región central, con precipitaciones muy abundantes, que rondan los 3000 l/m2 anuales, es donde se alcanza la mayor frondosidad y diversidad de especies de flora y fauna, una muestra de la cual puede apreciarse en la ilustración mostrada.
______________________

Todas las formaciones vegetales que nos podemos encontrar viajando por el subcontinente meridional irán cambiando según sea la precipitación anual total, pero también su distribución mensual a lo largo del año, que puede determinar factores como la altura de la vegetación, su porte más o menos leñoso, la estructura tipo bosque o más tipo sábana, la existencia de un periodo seco con la consecuente aparición de especies de hoja caduca, etc.
Aún en las zonas de latitud más cálida, y siguiendo un gradiente oeste-este, encontraremos un variado mosaico de formaciones (ilustración de aquí abajo) que van desde el desierto totalmente árido, pasando por formaciones con cada vez mayor predominio vegetal hasta llegar al exuberante bosque lluvioso tropical, siempre verde y con una enorme biodiversidad de especies de todo tipo. Ello viene determinado por la gran influencia ecológica de la cordillera de los Andes, que actúa como una enorme barrera que reorganiza el sistema de vientos y de precipitaciones y, consecuentemente, todo el clima asociado al relieve.

(témpera; medidas original, sin marco: 37 x 23 cm.)

En el apoteosis de la exuberancia y diversidad biológica máximas encontramos el bosque lluvioso tropical, cuya estructura está formada por sucesivos estratos de vegetación, a modo de capas no siempre bien definidas. Normalmente se pueden encontrar tres estratos arbóreos de diferentes alturas, además de los correspondientes arbustivo y herbáceo. En el arbóreo más alto, se encuentran los grande árboles que sobresalen aislados del dosel forestal, bastante más túpido y uniforme que constituye el segundo nivel, por debajo de éste puede haber un tercer nivel aún más túpido y denso, formado por árboles de menor porte. Cada nivel presenta una composición florística, y también faunística, propia y bien diferenciada.


En un mundo tan denso, donde la lucha por acceder a la luz para poder realizar la fofosíntesis con mayor eficacia es una estrategia de supervivencia, no es de extrañar que hayan surgido y predominen un sinfín de especies tipo lianas y plantas epífitas, las cuales aprovechan el soporte o que les brindan otras plantas para poder acceder a la luz existente en los niveles superiores de la selva. La diversidad existente de este tipo de plantas es enorme y poseen estrategias de diversos tipos tendentes a aprovechar al máximo la escasedad de "suelo" disponible y a captar y conservar el agua que necesitarán para sobrevivir a las condiciones muchas veces xerófilas que se dan a esa altura. Muchas de estas plantas acogen poblaciones o especies de fauna especificas que se aprovechan del microhábitat que la propia planta ha creado entre sus tupidas hojas y/o raíces.

(témpera; medidas original, sin marco: 36 x 41 cm.)

La selva amazónica es el ejemplo típico de este tipo de bosques lluviosos tropicales, con una temperatura casi constante, de unos 27 ºC, y el aporte de humedad que le proporcionan las lluvias casi continuas debidas a la influencia de los vientos alisios. Esta estabilidad climática a lo largo de muchos milenios ha propiciado una estabilidad que solo ha hecho que aumentar hasta límites increíbles la complejidad del ecosistema y la diversificación de formas vivientes de todo tipo que habitan en su seno. De todas formas, esa complejidad también esconde un ecosistema por otro lado frágil, el cual puede verse alterado de manera irreversible si no se hace una gestión adecuada del mismo, conociendo muy bien los ciclos de los nutrientes que se producen en su seno.
La destrucción en ese sentido ha sido ya inmensa y deberíamos hacer lo imposible por conservar en un buen estado estas inmensas extensiones arboladas únicas, porque nos pueden aportar un sinfín de recursos básicos para nuestra propia supervivencia como especie.

(témpera; medidas original, sin marco: 59 x 38 cm.)

miércoles, 25 de julio de 2012

El BOSQUE, fuente de VIDA (…y los INCENDIOS FORESTALES que la destruyen, año tras año !)

Los bosques ibéricos
Diversas pinceladas de algunos de los ambientes boscosos típicos de la Península Ibérica, con las especies de fauna asociada más características. Ricos ecosistemas que hay que conservar a toda costa, en su estado más natural posible !!!.

Aquí abajo se muestran, de manera muy escueta, dos de los ambientes representativos de la rica diversidad de hábitats consecuencia de la variada orografía que puede encontrarse en la península. A la izquierda, la dehesa ibérica y el monte mediterráneo, donde cría una de las especies más emblemáticas de ese ambiente, la amenazada águila imperial ibérica (Aquila adalberti). A la derecha, las zonas montañosas presentes en diferentes puntos de la geografía ibérica, con sus bosques de coníferas de pinos silvestres y pinos negros, donde es posible observar encaramadas a los agrestes riscos a las montaraces cabras monteses (Capra pyrenaica) y, en las zonas mejor conservadas, deleitarse con el vuelo de esa bella y escasa rapaz necrófaga, el majestuoso quebrantahuesos (Gypaetus barbatus).

(témpera; medidas original, sin marco: 59 x 38 cm.)



(témpera; medidas original, sin marco: 59 x 38 cm.)


En los PIRINEOS. En este corte transversal de los Pirineos puede apreciarse como los bosques van cambiando conforme cambia la altitud, al igual que ocurre en otras cadenas montañosas, como consecuencia de sus diferentes adaptaciones para poder conservar la humedad necesaria y aguantar la insolación existente, según las diferentes orientaciones del terreno. De menor a mayor altitud, en la ladera sur y solanas -izquierda de la ilustración-, se observa la típica zonación de encinares, diferentes tipos de robledales, pinares de pino silvestre y de pino negro, pastizales de altura y peladas rocas y/o neveros. En algunas zonas mas umbrías y sobre todo en las laderas con orientación norte -derecha de la ilustración- también hay extensas franjas de hayedos, por debajo del nivel de los pinos. En cada nivel de vegetación puede verse alguno de los representantes faunísticos más típicos del mismo.


El encinar
El bosque mediterráneo más representativo es el encinar, adaptado a una cierta sequedad, pero, muy frondoso y lleno de lianas allá donde la humedad así lo permite. Presenta una rica variedad de hierbas y arbustos y todo tipo de plantas trepadoras que constituyen el hábitat ideal para muchas especies de la fauna ibérica, algunas de ellas representadas en las dos ilustraciones de abajo. A la izquierda de la ilustración, formando una especie de bosque muy abierto, la dehesa, debida a una cierta intervención humana, modelo muy rico en especies que ha propiciado un equilibro casi perfecto entre la explotación de los recursos naturales y la abundancia de biodiversidad. A la derecha de la ilustración y en siguiente de abajo, el típico encinar frondoso, con sus especies características.

(témpera; medidas original, sin marco: 59 x 34 cm.)

(témpera; medidas original, con marco: 32 x 26 cm.)

El bosque templado
Otro bosque típico de nuestras latitudes, allá donde el suelo y la humedad lo permite, y de gran parte de la Europa Central, es el bosque templado formado por árboles planifolios de hoja caduca: robles, hayas, etc., caracterizado por tener suelos húmedos y fértiles más o menos profundos y por el gran cambio de aspecto estacional que presenta, según sea primavera-verano u otoño-invierno, sobretodo debido a la presencia-caída de las hojas, consecuencia de la adaptación a la mayor o menor radiación y la consecuente capacidad de respuesta fotosintética necesaria para un balance energético positivo que posibilite el crecimiento de los árboles que lo forman. Todos esos cambios hacen que sea un bosque del todo espectacular en su conjunto ya que, a lo largo del proceso de crecimiento-pérdida de hojas, los colores de los pigmentos predominantes en las mismas van manifestándose de manera diferencial y hacen que el bosque en su conjunto, en algunos momentos, sea como una inmensa paleta de colores.

(témpera; medidas original, sin marco: 59 x 27 cm.)

En estas dos ilustraciones, pueden verse las especies más típicas que forman el entramado básico de la comunidad que habita los bosques tipo robledal

(témpera; medidas original, sin marco: 26 x 19 cm.)

(témpera; medidas original, sin marco: 30 x 21,5 cm.)

Dos pinceladas muy básicas de ambientes forestales: cada rincón está lleno de vida y cada especie explota su nicho de la manera más efectiva posible

(témpera; medidas totales, con marco: 27 x 22 cm.)
__________________

INCENDIOS, la lacra de cada verano !!
Con una enorme pena por los incendios que asolan una y otra vez los paisajes mediterráneos, especialmente dramáticos este año 2012, como consecuencia de un cúmulo de nefastas circunstancias tales como: la gran sequedad existente, la falta de adecuadas políticas de gestión sostenible de los bosques que hacen que se potencien las especies resinosas una veces y que se acumule gran cantidad de masa vegetal inflamable en el sotobosque en otros casos, el recorte irresponsable en medidas preventivas y de recursos para la extinción por parte de las administraciones públicas y, sobretodo, la inconsciencia o mala fe y supina ignorancia por parte de algunas personas (o mejor energúmenos, en algunos casos !) que, con sus actos voluntarios o involuntarios, provocan unos daños terribles en todo el ecosistema y en los bienes públicos y privados -cuando no muertes directamente–, que tienen muy difícil reparación y destrozan lo que a la naturaleza y las personas les ha costado muchísimo tiempo y esfuerzo ir construyendo poco a poco. Todo ello constituye una gran perdida de riqueza, ya que los bosques:

- protegen el suelo contra la desertización
- refrescan el ambiente y palían la sequía
- producen el oxígeno que respiramos
- eliminan el dióxido de carbono que causa el "efecto invernadero"
- limpian el aire de polvo y contaminantes
- son lugar de descanso y ocio
- producen gran cantidad de frutos útiles o saborosos (bellotas, castañas, piñones, etc.)
- nos dan un sinfin de alimentos (mermeladas, miel, setas, etc.) y materias primas (madera, corcho, pasta de papel, etc.)
- constituyen el hogar de muchas especies de animales

Cuando se queman, perdemos una incalculable riqueza ecológica y una gran fuente de beneficios de todo tipo para toda la humanidad.

El antes y el después del incendio
Dadas las características del clima mediterráneo, en determinados momentos concurren ciertas circunstancias que hacen inevitable la existencia de incendios forestales; por ejemplo: los provocados por los rayos de las tormentas secas cuando se dan sequías persistentes y que pueden extenderse rápidamente por la acción del viento. A estos incendios, que vienen produciéndose desde siempre, la vegetación ha tenido tiempo de adaptarse e incluso a veces son favorables para el desarrollo de la misma y las especies de esas comunidades vegetales presentan estrategias tendentes a  minimizar los daños producidos por el fuego o a utilizarlo como medio de dispersión de semillas.

El problema es el gran aumento y la repetición de los incendios en un periodo de tiempo relativamente breve, como los experimentados en las últimas décadas, tanto en número de incendios como en extensión quemada, favorecido en gran medida por los cambios producidos en el propio mundo rural y en los usos o mala gestión del bosque, que ya hemos comentado antes. Ello ha comportado el abandono de muchos cultivos y su posterior recolonización por un bosque todavía joven, es decir en las primeras fases de su sucesión hacia un ecosistema maduro, con una preponderancia de especies altamente inflamables. Por contra, muchos de los bosques que antes se explotaban para sacar madera, ahora están semiabandonados por su baja rentabilidad, lo que provoca un crecimiento excesivo de la masa del sotobosque, la cual, cuando llega el incendio, es un excelente combustible que ayuda a magnificar el fuego y a extenderlo.

A eso hay que sumar la sequía producida en acuíferos y fuentes por la excesiva demanda de agua para usos humanos diversos y la proliferación de infraestructuras (urbanizaciones, líneas eléctricas, vertederos, etc.) cerca de las masas boscosas para satisfacer a un creciente turismo, muchas veces poco respetuoso con el medio que visita y causa directa de un determinado porcentaje de los incendios.

(témpera; medidas original, sin marco: 26 x 8 cm.)

¿Y después qué?
Si bien el aspecto del terreno tras un incendio es desesperanzador, no todo está perdido. La naturaleza tiene mecanismos de regeneración, mediante los cuales los bosques pueden recuperarse. Tal como ya hemos comentado, la regeneración de un bosque quemado se inicia gracias a ciertas estrategias que muchas plantas han adquirido tras años de evolución en la zona mediterránea, donde nunca han sido raros los incendios forestales. En este sentido, podemos mencionar tres tipos de estrategias en las plantas afectadas:

Las plantas PIRORRESISTENTES (resistentes al fuego) tienen algunas partes de su cuerpo muy bien protegidas, de manera que no se llegan a quemar y reverdecen poco después de un incendio. Destacan los alcornoques, que gracias a su gruesa corteza sólo pierden las hojas, y también una serie de arbustos y árboles que tienen la capacidad de rebrotar rápidamente desde sus raíces, tales como encinas, robles, madroños, brezos, palmitos, etc.
Las plantas PIRÓFITAS ("amantes" del fuego) son muy combustibles pero poseen semillas que no se queman. Por ello resultan menos perjudicadas que las otras plantas por los incendios y es típico ver que pinos, jaras, aliagas y romeros se han extendido notablemente por las zonas quemadas al cabo de 3 o 4 años.
Las plantas OPORTUNISTAS son hierbas que producen muchas semillas que germinan y crecen muy rápido en terrenos descubiertos. Tienen gran importancia ecológica tras los incendios, ya que protegen el suelo de la erosión y suponen una fuente de alimento para los animales supervivientes.

Desde los días siguientes al incendio todas estas estrategias entran en funcionamiento. Dentro del primer mes ya es posible ver los primeros rebrotes de las plantas pirorresistentes y, a poco que llueva, germinan las primeras semillas. Al cabo de uno o dos años el terreno es ya un herbazal con pequeños arbustos, y a los 10 o 15 años un matorral bajo con pequeños pinos lo recubre en buena parte. A partir de los 30 años el matorral es alto y los pinos están lo suficientemente crecidos para dar un cierto aspecto de bosque, pero habrá que esperar, en la región mediterránea, hasta unos 100 años para poder hablar de un verdadero bosque. A los 150 años, por fin, el bosque será un ecosistema maduro, con grandes árboles y una fauna propia, y habrán desaparecido todas las secuelas del incendio.




… pasado el incendio
Que el remedio no sea peor que la enfermedad … Una vez pasado el incendio no hay que precipitarse con trabajos de repoblación a ciegas; éstos solo son aconsejables cuando se trate de sitios con muy poca cobertura vegetal y mínima capacidad de rebrote y siempre valorando las características del suelo, para evitar una erosión o pérdida de éste con las propias labores, factor importantísimo a tener en cuenta. Muchas veces, la propia regeneración natural es mucho más aconsejable que cualquier actuación humana. En cualquier caso, siempre es conveniente el asesoramiento o la realización de un estudio previo hecho por especialistas, que aconsejen las actuaciones óptimas a llevar a cabo.
En caso de tener que repoblar, hay que utilizar especies autóctonas y facilitar el proceso natural de la sucesión propia de ese ecosistema a fin de aumentar su estabilidad y optimizar su potencial biológico intrínseco. Así, en solanas con vegetación muy degradada, para evitar la pérdida de suelo fértil durante los primeros años, se plantan herbáceas (gramíneas y leguminosas), tanto anuales como perennes, cuyos sistemas de raíces sujetan y retienen el suelo y mejoran la fijación de los nutrientes, proceso que facilita al posterior colonización por parte de plantas con mayores requerimientos. En otras comunidades se añaden plantones de determinadas especies de arbustos: espino negro, lentisco, brezo, etc. para asegurar una mayor cobertura vegetal que dé estabilidad al conjunto.
Donde se ha perdido la cubierta arbórea, es aconsejable utilizar caducifolios mezclados con pinos, previamente preparados en los viveros a fin de aumentar su supervivencia una vez plantados en el monte.


Desertización
Este largo proceso de regeneración natural puede verse interrumpido por causas naturales o, la mayoría de las veces, por actuaciones inadecuadas del hombre.
Así, las repoblaciones forestales con pinos y eucaliptos (que son pirófitos, o sea, muy combustibles) favorecen la aparición de más incendios (esta problemática está muy extendida en Galicía). De hecho es frecuente que los incendios se repitan cada 20 o 30 años, si no más a menudo, en las mismas zonas, lo que dificulta la regeneración natural del propio bosque.
Por otra parte, cuando se trabaja en una zona recién quemada para aprovechar la madera, el suelo se remueve, y esto facilita la acción erosiva de las lluvias torrenciales, tan frecuentes en la Península Ibérica. El resultado de todo ello puede ser que el terreno pierda su capa de suelo y, por tanto, se vuelva estéril para el crecimiento vegetal.
Por desgracia, amplias zonas de nuestro país se encuentrán ya de pleno en esta fase desertización.

martes, 24 de julio de 2012

Región Etiópica

Después de casi 4000 visitas al blog, provenientes de unos 35 países, es curioso que ninguno de ellas corresponda a ningún país del continente africano; esta claro que aún hay diferencias importantes por lo que se refiere al desarrollo real, que se traduce en la calidad de sus redes de comunicaciones, acceso a internet y presencia en los buscadores. Dejando de bandas diferencias idiomáticas y demás, aún así me sorprende un poco que no haya ni una sola visita !.

Por otro lado, ese bajo nivel de desarrollo y consiguiente precariedad en que la se encuentran grandes zonas y capas de población determina una presión muchas veces excesiva sobre los recursos naturales que tienen más a mano, provocando la pérdida de hábitats vitales y la consecuente rarefacción y extinciones de especies. A todo ello no son ajenos la corrupción reinante en bastantes de los gobiernos del continente y la falta de escrúpulos de muchas multinacionales del mundo más desarrollado, que se aprovechan de la misma (cuando no la fomentan !) y de la falta de legislaciones adecuadas o de medios para hacerla cumplir, para explotar y esquilmar hasta límites insostenibles los recursos que deberían ayudar a salir de las situaciones de miseria a las poblaciones locales y que, sin embargo, muchas veces no reciben ningún beneficio de esa explotación, más bien al contrario.

Aún así, todavía quedan santuarios y muchas zonas ricas en fauna en el continente negro por las que la humanidad en su conjunto debe hacer todo lo posible por ayudar a conservarlas en un estado que permita su plena sostenibilidad, para que todos podamos seguir disfrutando de esa maravillosa fauna que ha estado acompañando al hombre desde los orígenes de su existencia como tal.


(témpera; medidas aprox. cada original, sin marco: 48 x 30 cm.)

picozapato (Balaeniceps rex)
guepardo (Acinonyx jubatus) 
aye-aye (Daubentonia madascariensis)
maki, lémur de cola anillada (Lemur catta)
rinoceronte negro (Diceros bicornis)
gorila de montaña (Gorilla gorilla beringei)

Región Neártica

Y siguiendo con las tierras americanas, más allá del Atlántico, una selección de la fauna diversa que vive en las zonas más septentrionales de las Américas, desde el istmo centroamericano y la zona caribeña más al sur, pasando por tórridos desiertos y herbáceas praderas, hasta las frías tierras polares del lejano norte.

(témpera; medidas aprox. cada original: 48 x 30 cm.)

cóndor de California (Gymnogyps californianus)
oca hawaiana, ganso nené (Branta sandvicensis)
chorlo polar (Numenius borealis)
ajolote (Ambystoma mexicanum)
monstruo de Gila (Heloderma suspectum)
águila calva (Haliaetus leucocephala)
serpiente de jarretera de San Francisco (Thamnophis sirtalis tetrataenia)
puma de Florida (Felis concolor)
hurón de pies negros (Mustela nigripes)
oso polar (Thalarctos maritimus)

lunes, 23 de julio de 2012

Región Neotropical

 Para los amigos del otro lado del Atlántico, hermanos de lengua y de historia común, por la gran cantidad de visitas que este blog está recibiendo últimamente desde todos los países de habla latina (…y sangre caliente), con el deseo de que sepan encontrar las adecuadas estrategias de sostenibilidad en la gestión de sus recursos, que ayuden a conservar al máximo la gran diversidad de especies y ecosistemas únicos que acogen en sus respectivos territorios. ¡ Que viva la vida !

(témpera; medidas aprox. cada original: 48 x 30 cm.)

huemul (Hippocamelus bisulcus)
boa jamaicana (Epicrates subflavus)
tití león o dorado (Leontopithecus rosalia); ver también entrada "Lémures & Titíes"
loro de Santa Lucía (Amazona versicolor)
perezoso de tres dedos (Bradypus variegatus)
jaguar (Phanthera onca)
hormiguero gigante (Myrmecophaga tridactyla) 
pichiciego menor (Chlamyphorus truncatus) 
arapaima (Arapaima gigas); ver también entrada "Grandes peces !"
cocodrilo americano o narigudo (Crocodylus acutus)